Hace un par de días que terminó el XX Salón del Manga de Barcelona. Este año el tema principal era Pokemon, y se había hablado mucho de una mejor organización, más espacio, más comida y más felicidad en general. ¿Se ha cumplido todo esto? ¿Nos encontramos ante el mejor salón del manga de todos los tiempos? La respuesta a la segunda pregunta es, definitivamente, . Especialmente tras el fracaso que supuso la organización del evento del año pasado. La respuesta a la primera, bueno… Pero ya que siempre escribo quejándome de todo (y esta vez no será diferente, pero no quiero quedar como un cascarrabias), vamos a empezar por lo bueno de este salón.

A este paso el Salón se convertirá en una fiesta nacional...
En primer lugar, la ambientación era muy buena. Olvidemos la falta de cosplays de otros años y olvidemos la falta de ambiente que llevan sufriendo últimamente este tipo de eventos, porque en este caso el Salón del Manga ha cumplido y de sobras. Hubo muchas actuaciones musicales y concursos que animaban el ambiente, y había mucha gente y muchas tiendas, todas repletas de artículos. La temática de Pokemon también hizo mella en el salón, que se vio inundado de exposiciones y decoraciones sobre las extrañas criaturas de Nintendo. Se regaló también una demo especial de los nuevos juegos de la saga, así como dos Pokemon de evento para las entregas anteriores (X/Y), y si encontrabas a algunos Pikachu que había desperdigados por el lugar y te hacías una foto con todos, recibías una experiencia divertida y un penoso… ¿pin? de Pikachu aristócrata.

Uno de los Pikachus estaba en constante movimiento
Y ya que he mencionado las exposiciones, las hubo y muy variadas. Había exposiciones sobre Obata y sobre Hanazawa, dos mangakas muy importantes que tuvieron su sesión de firmas correspondiente (más sobre eso luego). Había también las exposiciones de Pokemon que ya he mencionado antes, así como algunos extras (figuras de Square Enix que este año han sustituido a las de Good Smile y que se podían comprar, por ejemplo). Sin embargo, no hay que dejar de hablar sobre la multitud de chorradas que había desperdigadas por el salón: murales con los que hacerse fotos, la cabeza del titán colosal que ya ha recorrido medio mundo… Todas estas cosas se suman a la experiencia general, haciéndola más divertida y variada.

Ya hicimos una entrada sobre este cachivache. ¿La recordáis?
Los stands tampoco fallaron...del todo. Si bien había incontables paradas donde mirar y comprar (y con mucha más variedad temática que otros años, pudiendo llegar a comprar bonsáis o té japonés), se echa de menos una mayor cantidad de paraditas pequeñas en las que comprar bienes de segunda mano. Me gusta ir a la caza de artículos rarunos o manga en japonés, y apenas encontré cosas interesantes, lo cual es una pena. Los stands más pequeños donde se venden pósters o fanzines quedaron relegados a un plano muy secundario, y fueron “escondidos” en una esquina. Algunos tuvieron suerte, pero otros quedaron aislados y en muy mala posición.

Los stands de siempre como Norma o Ivrea seguían allí para el disfrute de todos
Y dejémonos de alabanzas para pasar a lo malo. ¿Recordáis que he hablado de sesiones de firmas? Había tres grandes sesiones: Inoue, autor del mítico "Slam Dunk"; Obata, a quien ya conoceréis de sobras ("Death Note", "All you need is kill"…); y Hanazawa, autor de "I am a hero" que ha ganado mucha fama últimamente. Estas sesiones me hacían mucha ilusión, pero acabaron siendo muy limitadas. Para empezar, se decidieron por sorteo, cosa que veo algo lógica, aunque hace que cualquiera pueda ganar un pase. Si lo hubieran hecho por inscripción, sólo los fans más acérrimos de cada autor hubieran llegado a tiempo, y creo que ellos merecían asistir a las firmas más que nadie. Sin embargo, esto es algo totalmente subjetivo; es sólo mi opinión, y el método que se usó para decidir quién iba a asistir a las sesiones no me molestó demasiado.  Lo que sí me tocó algo más la moral fue que, para empezar, te obligaban a comprar un tomo del autor (en la práctica un tomo de la editorial), que el autor no iba a firmar. En lugar de eso, se te daba una lámina especial, que sería la que el autor firmaría. Y nada de fotos. Admitiré que la lámina resultó ser una preciosidad, pero obligar a comprar mangas que luego no serían firmados me pareció una desfachatez y un intento desesperado por inflar las ventas.

La exposición de Obata
Y ese sentimiento de querer tenerlo todo controlado y documentado no se vio sólo en las firmas. Las entradas del salón han sido el mayor problema que he visto este año. Con tal de evitar el aforo máximo y las colas de varias horas del año pasado, el personal de Ficomic decidió limitar las entradas vendidas, de modo que se pudieron comprar de forma anticipada o en taquillas, pero si se agotaban en la venta anticipada las taquillas no venderían nada. El resultado fue que las entradas se agotaron antes, y hubo gente que se quedó sin entrar, pero aun así hubo colas enormes y una sensación de confusión horrible, sobre todo el sábado por la mañana. Además, aunque no se vendieron entradas en taquilla, la entrada al recinto que correspondía a la taquilla sólo se abrió para aquellos que no poseían entrada anticipada. ¿El resultado? Una cola de varias horas, y una cola que ni minutos duraba. O que era inexistente. Se desaprovechó totalmente un acceso, que podría haber reducido la espera a la mitad.

Había una exposición de bonsáis e ikebana en el segundo piso
Y esa charla de “la gente debería haberlas comprado de forma anticipada” es absurda. Para empezar, esta vez las entradas debían ser compradas desde la web de Ficomic, sin intermediarios, pero seguían valiendo más que en taquilla. Otra forma de sacar dinero, que además era un timo como una catedral. ¿Por qué? Porque la web funcionaba como le daba la gana. Intenté sacar entradas en varias ocasiones, y tuve problemas en todas hasta que descubrí que el problema era que los de Ficomic no tenían ni repajolera idea de programar, y el navegador me clasificaba la página como no segura, impidiendo el pago. La asistencia técnica, sin embargo, estaba empeñada en que la culpa era mía, y me trató como un idiota, sugiriéndome que mi tarjeta de crédito no estaba validada, aunque les dije varias veces lo contrario. Mis amigos tuvieron el mismo problema, y asistencia técnica les dio soluciones diferentes, todas igual de ridículas y poco funcionales. Mi solución es que la próxima vez hagan las cosas como dios manda y contraten a un programador y no a algún familiar mediante chanchullos. Claro que eso a Ficomic siempre se le ha dado bien, y este año no ha sido menos, especialmente con las invitaciones y los pases de prensa, que han sido distribuidos de la forma más oscura posible.

El espacio tampoco estaba tan bien aprovechado de todos modos...
Ah, y el espacio no era mayor, tal y como se había dicho. Simplemente estaba mejor organizado. ¿Qué significa esto? Que una de las grandes bazas de este salón es algo que Ficomic debería haber hecho desde el primer evento que se celebró. ¿Lo hizo? No. Eso fue lo que destrozó el Salón del año pasado. ¿Deberíamos darle las gracias a Ficomic por hacerlo? No. Y si lo hacemos, espero que a mi se me pague por aprobar un examen, o por comer comida sana. Ficomic ha hecho lo que debería haber hecho siempre, ni más ni menos, y si alguien se merece un agradecimiento  por ello son los muchos asistentes que no pudieron entrar el año pasado a causa del temido aforo máximo, y que este año han tenido que pagar más para no quedarse sin entrada. 

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