El fin de semana pasado fue 32 Salón
Internacional del Cómic de Barcelona, y yo aproveché para pasarme
por ahí el sábado y el domingo; he aquí mis impresiones.
Lo cierto es que no me gusta el cómic.
No me gusta. Nada. O mejor dicho, no me gusta el cómic americano,
porque los tebeos de comedia clásicos de España y el dibujo
Europeo en general me parecen muy pulidos y curiosos. Pero el estilo de
los cómics americanos es algo con lo que no puedo, muy especialmente
en el caso de los superhéroes. Ya veis hacia dónde va esto, ¿verdad?
Para ser sinceros, no es culpa del propio salón que
acabara desilusionado. Había varias exposiciones (una de
Batman, por ejemplo) con viñetas originales, había mucho
merchandising, y las grandes distribuidoras y algunas tiendas
pequeñas estaban ahí dispuestas a venderte de todo. Pero era
monotemático, y ese es un problema que creo que ha desembocado en la
segunda cosa que más me llamó la atención: estaba vacío.
Pienso en el Salón del Manga de
Barcelona, organizado también por Ficomic, y me imagino a hordas de
gente con ganas de entrar; salas pobladas de cosplayers, multitud de
merchandising que va desde manga hasta música y películas
coreanas... Y sin embargo, a diferencia de otros eventos, el
principal propósito de la feria (el manga, por supuesto) no queda
eclipsado en ningún momento. Sin embargo, pienso en este último
Salón del Cómic y me imagino gente caminando sin rumbo y cómics. Y
más cómics. Y algunos stands que venden exactamente lo mismo que en
el Salón del Manga. Le faltaba esa chispa que tiene el otro Salón,
eso que atrae a gente de todo tipo. No había apenas cosplayers (y
estuve dos días), las conferencias eran monótonas y las veces que
pasé por delante de una apenas había gente escuchando seriamente.
El espacio estaba muy mal aprovechado; o eso, o se intentaba
disimular una falta de participantes. Apenas oí nada sobre el salón
en noticiarios, blogs y demás.
En resumen; el salón era como comer
una de esas sandías que apenas tienen sabor. Es como beber agua, y
para eso se abre el grifo, que es gratis. Pero como ya he
dicho antes, esto no es culpa del salón en sí; las exposiciones
estaban muy bien, y probablemente más de un apasionado del cómic
tragó saliva al ver todo el material que había por ver. Yo creo
que este Salón tuvo dos grandes problemas que hicieron que pudiera
considerarse un fracaso: el precio, y el Expomanga de Madrid.
Lo primero es algo que me parece obvio;
¿Quién demonios va a pagar 7€ de entrada para ver algo que no le interesa demasiado? Pues nadie. Y como ya he dicho, el Salón del
Cómic no abarca tanto como el del manga, así que la única forma de
llamar gente es reducir el precio o hacer que valga la pena gastar el
dinero. Descuentos en transporte público para facilitar la ida,
packs anticrisis como los del Japan Weekend... el caso es amenizar
el gasto de dinero que supone ir a un salón de estos hoy en día.
El segundo problema, y el más grave,
es que el Expomanga de Madrid y el Salón del Cómic coincidieron en cuanto a fechas. El
Expomanga es un evento dedicado al manga (valga la redundancia) bastante importante, así que
adivinad qué hizo la mayoría de gente que va a eventos grandes de
este tipo al saber que tenía que decidir entre cómic o manga
(especialmente cosplayers). En efecto, hicieron las maletas,
dejando Barcelona vacía, lo que a su vez perjudica el ambiente del
Salón, lo que a su vez perjudica la opinión de sus asistentes.
Todo el mundo ama las armas. Los héroes
de la humanidad, como Rambo; todos y cada uno de ellos las usan para
hacer justicia. Bueno, quizás me haya pasado un poco, pero he de
admitir que la exposición dedicada al cómic de guerra que había en
el pabellón secundario estaba bien montada y era muy atractiva.
No sólo había los típicos paneles
informativos y algunas replicas. Esta vez había enormes tanques y
vehículos a tamaño real, y bastantes personas disfrazadas a las
cuales no les importaba hacerse un par de fotos con el personal. Casi
parecía que estuvieran haciendo rol en vivo o algo así. Fue quizás
uno de los puntos que más me gustó, y creo que podría haberse
explotado muchísimo más; si hubieran cargado aquel pabellón de
elementos interesantes (como veréis en las fotos, estaba todo
bastante vacío), podrían haber creado un verdadero parque temático
que hubiera atraído a más de un curioso.
EN CONCLUSIÓN:
El 32 Salón del Cómic de Barcelona me
ha dejado un sabor agridulce. Tenía muy buenas exposiciones, pero le
ha faltado gente y ambiente, y eso es algo serio, especialmente si el
cómic americano no llama demasiado la atención. Si se quiere
mejorar la asistencia el año que viene, los organizadores deberían
buscar formas de atraer a más visitantes y tiendas, y una muy buena forma
de hacerlo sería bajar el precio de la entrada o, al menos, regalar
algo con ésta.
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